19 abr

Aviso Fúnebre

 

 

Aviso Fúnebre

 

Aviso Fúnebre

 

 

 

Hay que verlo, sentado frente al parque su cara se transforma, la felicidad se le refleja en el rostro y es un integrante más del entorno natural en fracciones de segundos.

Desayuna, y el aroma fresco de tostadas con queso blanco y mermelada de arándanos deleitan los destellos de café con leche en su boca.

Miel y frutas secas juegan con la melaza negrísima, mientras la levadura de cerveza pinta como en un fresco, pinceladas perfectas en el tazón blanquísimo como un lienzo; mientras ingresa en escena el ananá en cubos en otro blanco tazón  en donde finalizan su espera, trozos de manzana, naranja, banana y frutilla.

No lo va a buscar extendiendo el deseo, la necesidad de abordarlo, mientras espera sobre el felpudo de la puerta de entrada.

Es el diario, el que le encanta abordar fresco de noticias multitemáticas, moja el dedo en la almohadilla, pasa una hoja, lee y calma su intriga voraz

de la hoja que vendrá con una almendra bañada en miel, al tiempo que esnifa para apreciar mejor el sabor.

Nunca continua ni se priva, por más interesante que sea la noticia, de levantar la vista hacia el parque cuando presiente que un pájaro se poza en el limonero o en el rosal.

Sabe y esta convencido que su felicidad pasa por una suma de pequeños momentos como éste y como se sensibiliza para disfrutarlos.

La tranquilidad lo llevo a disfrutar y recorrer el diario en su totalidad y por casualidad se detuvo en donde rara vez se detenía: los avisos fúnebres. Recorrió los destacados como en un juego de encuentro de personajes conocidos, sin esperar nunca encontrar lo que encontraría, perplejo por la situación. Un aviso, su aviso, decía: Daniel Casis 16-08-1953 / 4-12-2008, era el mismo! ; lo leyó cinco veces y en la última, su vista dispersa se detuvo en el tronco del sauce y se quedo allí por espacio de dos horas. Eso notó cuando volvió en sí y el reloj marcaba las 10:15 hs.

Dos horas le tomó salir de un repentino autismo, de un shock demoledor. Le costo entender como puede uno morir sin darse cuenta.

La noche anterior ceno con su hermana, recordaba aun el merlot en su paladar y más aun, dos gotas de vino en el mantel blanco bordado; corrió a la alacena buscando la pista que debelara el acertijo y decepcionantemente vio el mantel allí, limpio y planchado sin las manchas esperadas.

El torbellino de pensamientos en su cabeza no cesaba en un veloz giro centrifugo que buscaba explicaciones.

Se preguntaba cuando empezó a morir, cuando su cuerpo comenzó a descender a ese estadio. Pensó en como se sentía esa misma mañana y se sintió más vivo que nunca, pleno, integro, se preguntó si ese sentimiento estaba ligado a otro nivel de vida y si el hecho de sentirse así fue por hallarse muerto físicamente.

Repasó el último mes en su memoria y se vio corriendo día a día comprando y haciendo innumerables cosas triviales y materiales sin sentido, pretendiendo que allí

descansara su felicidad. Repaso así el último año, los últimos diez, veinte, treinta; pocas veces había caminado bajo la lluvia o dormido en la playa

viendo el amanecer, hacia mucho no visitaba a sus seres queridos, ni dejaba de usar corbata, ni saboreaba el ahumado del salmón mirando la luna, ni se regocijaba con un Bartok sublime, ni tiraba piedras al lago buscando hacer sapito en él; en suma, había forjado numerosas pequeñas celdas  en su vida  con su

propia mayúscula autoexigencia materialista y dilapidantemente se había devorado las llaves.

Entonces, si se dio cuenta que había estado muriendo, si se dio cuenta que la integridad de su vida había ido desvaneciendo casi sin darse cuenta y que ya nada podía hacer. Y lloró, lloró con pena profunda y el temblor corporal, lo hizo despertarse, incorporarse confundido. Sintió sus antebrazos dormidos, su frente con la marca de una blanca servilleta bordada, el diario en la pagina de avisos fúnebres, solo las frutillas quedaban en el blanco tazón, mientras el reloj seguía marcando las 10:15 hs. Había soñado y se alegro como nunca antes en su vida, creyó no haber perdido tres cuartas partes de su vida, le quedaba aun una cuarta parte y al iniciar el día, como un surco de ballesta tendencioso hacia el futuro, en sus desayunos, estaba comenzando a vivir.

Daniel Casis – Escobar, Buenos Aires, Diciembre 4,2008

Aviso Fúnebre (r)2008 Hecho el depósito que estipula la ley 11723

 

 

 

 

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